martes, 24 de diciembre de 2019




Capítulo.-42
La cacería.

Nunca antes había visto tal actividad en el encinar, a las seis de la mañana, ya nos había despertado a todos Don Zacarías.
En la explanada que delante de la Casona hay, nos reunió a todos y como gran estratega que en sus tiempos de militar fue, nos explicó la forma en la cual se iba a llevar la captura de los gatos asilvestrados y que tanto daño económico podían realizar en las crías de los cerdos ibéricos.
Al alba y con más de treinta nudos de viento, había enviado a los pericos Antonio y Froilán, para que los tuvieran controlados desde el aire, como si de helicópteros se trataran y en caso de que abandonasen el escondite, le informaran inmediatamente del nuevo lugar en que se ocultasen, una orden les había dado y era que bajo ningún concepto debían dejarse ver por los gatos asilvestrados. Siguió explicando el plan que según él era infalible, este consistía en poner la red acerada, que a la antigua Secretaria de Igualdad Doña Bibiana Aído, en un descuido que los pastores nazis, que en esa Secretaría hay por centenas, habían tenido les había hurtado la red, el día en que la más infame de las humillaciones a él  habían sometido. La red estaría puesta de forma vertical, sujeta por dos palos clavados en el suelo, justo lo suficiente para sostener la red, de tal forma que, los ladronzuelos que nos están causando enormes pérdidas, en el momento en que con ella choquen, estos se desenclaven y  la red les caiga encima, para dirigirlos hacia ella, lo perros se acercaran sigilosamente dando un rodeo y cuando estén lo suficientemente cerca de ellos comenzaran a ladrarles al mismo tiempo que emprenden veloz carrera con la intención de atacarlos. Un momento –dijo- y se dirigió hacia dos furgonetas que se acercaban, eran los técnicos que a solucionar el problema que con el sistema Wi-Fi había, una vez que los saludó volvió hacia nosotros y nos ordenó ponernos en marcha.
En menos de media hora no solamente llegamos a la guarida de los asilvestrados, sino que la red y todo lo que había ordenado hacer a los perros se desarrolló a la perfección, tal y como lo había planeado.
Una vez los gatos asilvestrados estaban enredados de tal forma en la red, que era imposible que escaparan, sacó una gran cantidad de cuerdas negras plastificadas, de las empleadas para atar las pacas que con los pastos se hacen y a la Casona, con ellos prisioneros y en el más absoluto de los silencios nos dirigimos. Una vez en ella los ha encerrado en una de las cochineras, sin desatarlos, ha ordenado que solamente se les suministre agua y raciones de piensos hechos con ratones “coloraos” para tres días, pues ya sabemos que estos refrescan la memoria abundantemente. Una vez todo esto se ha cumplido, ha cerrado la puerta metálica de la cochinera con llave y ha guardado, esta, en la caja fuerte que en mi despacho tiene instalada.
Los técnicos ya han solucionado el problema que los porqueros psicólogos habían planteado y se habían marchado.
Ha ordenado que todo el mundo desayune abundantemente y por los servicios prestados desinteresadamente, hoy, la jornada laboral se acorta en dos horas y desde ahora en adelante queda reducida semanalmente en dos hora y treinta minutos, que esto no es La Moncloa ni propiedad del Marianito el Recortador. Los sueldos aumentan un tres por ciento durante este año.
Esta noche y a la hora habitual todo el mundo tiene que asistir a la lectura, pues la lectura de hoy es excepcional.

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