martes, 24 de diciembre de 2019




Capítulo.-30
La encina de Don Kerkus

Hoy, y a primera hora de la mañana ha llegado Don Kerkus y junto con él, y en su obsoleto, que no viejo Mercedes nos hemos dirigido al encinar.  A nuestra llegada al encinar hemos encontrado a los gatos psicólogos vareando encinas, tal y como Don Zacarías les había ordenado el día anterior, Don Kerkus ha advertido a Don Zacarías, que esa forma de desprender las bellotas no es rentable, son métodos anticuados, en la nave hay una máquina vibradora que está en perfecto uso y con ella en una hora se pueden hacer caer bellotas de los árboles para alimentar los mil cerdos que Patrocinio traerá a media tarde, durante una semana.
Siendo así –dijo Don Zacarías- voy a ordenar que dejen de varear las encinas y que empiecen a limpiar de matojos las encinas que más cerca se encuentren de la casa y si alguno de ellos sabe manejar la máquina vibradora que se encargue de tirar bellotas al suelo, los llamó y cuando llegaron, resultó que al que había apodado Eumeo, sabía manejar la vibradora perfectamente, por lo que le encargó que durante una hora hiciese vibrar las encinas necesarias con el fin de que hubiese suficiente alimento para los gorrinos que Patrocinio hubiese adquirido, los demás dejaron limpio de matojos el suficiente espacio alrededor de la casona, de las viviendas de los empleados que no tuvieran estudios universitarios, pues también de estos había que contratar, las cochineras y las naves industriales, con el fin de adecentar todo el complejo de edificios  lo mejor posible y evitar que un posible incendio en el encinar alcanzase las instalaciones. Una vez terminado esto ha decidido que se aseen convenientemente y hasta que no llegue Patrocinio con los cerdos, pueden disponer del tiempo como mejor les parezca.
Los gatos psicólogos decidieron que antes que nada entrenarían el toque de cuernas, al oír esto  Don Kerkus nos ha advertido que no son necesarias, pues los cerdos no necesitan sonidos estridentes, sino que lo que necesitan es tranquilidad y aparte de las charlas que, como especialistas en la materia que son, darán a lo gorrinos diariamente, estos necesitan al menos una hora al día de música relajante y que los mejores instrumentos que pueden emplear son la flauta dulce y la filarmónica.
Preguntados los gatos psicólogos si sabían tocar dichos instrumentos, resultó que cinco de ellos dominaban perfectamente la flauta dulce y los otros cinco los dos instrumentos, tanto la filarmónica como la flauta.
Apunta –me dijo- compras cinco filarmónicas y diez flautas dulces, zotal en buena cantidad y otra buena cantidad de clorfenvinfos pues he observado que las cochineras están limpias, pero al menos hay que desinfectarlas.
Ahora –dijo Don Kerkus- me gustaría mostraros la gran encina que en esta finca hay, la única que siempre he tenido limpia de matojos a su alrededor y que tiene una gran cantidad de años, es de gran tamaño y en ella anida una pareja de águilas, pero para ello nos trasladaremos en el vehículo y le ruego a usted Don Zacarías que con esta cámara de fotos, de la que he venido provisto, vaya tomando fotos del encinar durante el recorrido que vamos a efectuar por él.
El ruido de varios camiones que se acercaban interrumpió a Don Kerkus, era Patrocinio, que en la cabina del primero y al lado del conductor llegaba con sus cerdos. Una vez que se acercaron a nosotros, Patrocinio ordenó que todos los cerdos fueran desembarcados en el encinar y todo ello se realizó en un momento, pues las instalaciones que en el encinar había estaban dotadas de un par de embarcaderos, despidió a los camioneros y me entregó la correspondiente documentación de la compra realizada, la correspondiente factura y  todas las cartas de identificación de los cerdos, mil en total de esas cartas me entregó, donde constaban los datos de cada uno de ellos y el pedigree.
Ordenó a los gatos psicólogos, que tenían dos días libres de trabajo, pues antes que nada, los cerdos necesitaban aclimatarse adecuadamente en su nuevo hábitat y la mejor forma de conseguirlo era que ellos mismos se fueran distribuyendo por el encinar.
Le comentamos a Patrocinio lo que Don Kerkus nos había propuesto, cosa que fue de su agrado y nos dirigimos a ver la gran encina del “Águila”, donde descubrimos al instante que algún “amante de la naturaleza”, había dado muerte a uno de los progenitores y de lo cual Don Zacarías tomó la correspondiente fotografía, además tomó innumerables fotos del gran ejemplar que era la encina y otras cuantas fotos del encinar, cuando entristecidos, volvíamos de regreso, por la suerte corrida por el águila, en varias de las fotos ya se ven a los cerdos ibéricos que van distribuyéndose a su antojo. Yo tuve que conducir el coche de Don Kerkus, pues tan entristecido estaba con lo ocurrido y ya con su edad -me dijo- que no se atrevía a coger el coche. El motivo verdadero de que no pudiera conducir, eran las lágrimas que por sus mejillas, en silencio resbalaban, y no le permitían ver adecuadamente, motivos no le faltaban para ello, de alguna forma le habían roto su pasión por la naturaleza y el orgullo que sentía por su encina del águila.
Nos dirigimos directamente al refugio, donde Don Zacarías obsequió con varias bolitas de pienso sabor “FAISÁN” a Don Kerkus, quien se lo agradeció de todo corazón y una vez que este gran alimento hizo los efectos oportunos, se encontraba en condiciones de volver a conducir y regresar a su domicilio.
Mientras esto ocurría, yo he volcado las fotos en el ordenador y he realizado el vídeo de “la encina del Águila”, el cual se lo dedico a esos que se dedican a cometer todo tipo de tropelías con la fauna que por estas tierras habita.
Cuando Don Kerkus se marchó, Don Zacarías se acercó a mí y dijo: No deja de ser un acto de violencia contra un anciano, quizás alguna venganza de un cobarde que no tiene valor para dar la cara.






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